
Sobre la bocina de la prórroga, de la manera más increíble posible, con una pérdida del que hasta ese instante era el héroe y con una canasta agónica de Madar. Debió ser como se quebrase la ráfaga del Real Madrid en EuroLiga, una inercia que no le bastó en la ciudad de Estambul, para éxtasis de un Fenerbahce que creyó en sí cuando parecía la enésima víctima blanca hasta una victoria de esas que cambian inercias.